Desde muy pequeño tenía una rutina semanal al volver del cole, hacer un stop&go en la librería-papelería que estaba a escasos quince metros de mi casa y que años después —por aquellos años el papel era un negocio— se trasladó a un local más grande junto a mi portal, pared con pared.
Al volver del cole para comer, o ya por la tarde, me detenía delante del escaparate de Ana para ver si había llegado material nuevo. De muy pequeñito el objetivo era el Don Miki y poco después, las revistas de coches.